Era la crisis del 93, digo, y la gente había tomado las calles. Recuerdo una cola en Goya que daba la vuelta a la manzana. Desalentador, sí, pero al menos podías conversar con gente que también estaba en las últimas, compartir tus miserias durante un par de horas hasta que llegaba el momento del examen: “¿Tienes experiencia?”. “Nombre y teléfono”. “Ya te llamaremos”.
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