La imprevista salida de su novia cogió a Alfonso Caballero de sorpresa, dejándole atónico por unos instantes. Sería difícil describir el estupor y la emoción que se adueñaron de su ánimo cuando su novia, Clara Figueredo, le declaró con voz entera: "Voy a irme a Buenos Aires para trabajar de modista. Lo tengo ya resuelto". Allí estaba Clara, toda llorosa, vestida de humilde traje negro, retorciendo entre sus manos un pañolito humedecido por las lágrimas
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