Los hombres a medio coser van por ahí deshilachados, como si peso, como quien se deshace en el aire, y apenas hilvanados al menor tropezón se abren en grandes rotos, por los que se asoman los curiosos para ver el paisaje y los turistas para contemplar los monumentos de la ciudad, hasta tal punto, que muchos son los que han llegado a pensar que estos hombres, de tan rasgados, son casi transparentes.
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