Y ahí lo tenemos al pobre, exhausto tras repasar las normas de ortografía en castellano (menudo lío, reaprender de memoria cuáles son las palabras agudas, llanas y esdrújulas, detectar cuándo terminan en vocal, en –n o en –s, y luego tener en cuenta las excepciones). Así que, durante unos minutos, lo que iba a contarle al tío Alfredo queda en segundo plano. ¿Realmente es provechoso aprender las normas de acentuación?, se pregunta compungido una y otra vez, los ojos febriles de cansancio fijos en el papel en blanco.
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