I.F: Sin ninguna duda. Escribir no deja de ser un modo de reflexión. No hay escritura sin lentitud. Hace poco, en una charla que di en un instituto de secundaria, les dije, parafraseando a Pascal, que la mayor fuente de insatisfacción del hombre provenía de no saber lo que desea. Luego les pregunté cuánto tiempo habían dedicado en su vida a pensar cuál era su meta, qué querían hacer. ¿Dos horas?, ¿diez minutos?, ¿cinco segundos? ¿Nada? Les incité a tomarse una tarde libre, a largarse de allí si era necesario, a tomarse ese tiempo vital.
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