Eso fue todo lo que adquirió aquel día el señor Tekke: un elefante y un pequeño cenicero de porcelana china que cabía en una mano, decorado con motivos florales, destinado a la mesita del salón de su casa. Al parecer tenía pensado aprovechar la visita y hacer la compra del mes, pero luego desechó la idea porque “ya iba demasiado cargado”.
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